
“Es hermosa la vida, la larga vida”
Una película tierna y dolorosa. Una ternura que
solo captamos a través de las palabras y de los gestos. Un dolor sin gritos, ni
lágrimas, ni arrebatos que lleva al estremecimiento interior. Vivencias propias
de los protagonistas y de quienes compartimos esta historia que encierra una
verdad profunda y sincera, dejándonos sumidos en una intensa desazón. Es la
cotidianidad a gritos en el silencio de un apartamento parisino, tercer
protagonista de la historia. Imposible negarnos a la realidad que presenta y
aceptar en buena parte la decisión final. Con absoluta frialdad, su director nos
muestra la realidad de la vida, en su etapa final cuando se conjugan tres
elementos indisolubles vejez-enfermedad-muerte. El quiere decirnos cómo se enfrenta
una enfermedad de éstas, qué dificultades conlleva para sus protagonistas, cuánto
vale su tratamiento y cómo se puede reaccionar ante tanto sufrimiento. Somos testigos
de un excelente manejo de la atención a las necesidades básicas, y a la vez, de
la relación entre cuidadores y pacientes que oscila entre la amabilidad y la insensibilidad. Todas las tomas son hechas en un apartamento
y el único acercamiento al exterior se da a través de las pinturas, los
ventanales y la paloma. Ella nos cuenta lo que pasó con su protagonista: fue
atrapada, encerrada y luego liberada.
"No hay ninguna razón para seguir viviendo. Ya sé que solo puedo empeorar. ¿Por qué esto debe afligirnos así? A ti y a mí".
Esta cinta es la ganadora en este año del Premio Oscar a
la Mejor Película Extranjera; además ha recibido muchos premios como la Palma de
Oro en el Festival de Cannes y del Cine Europeo a la mejor película, director,
actor y actriz. Fue escrita y dirigida por Michael Haneke (70 años) y protagonizada por
Jean Louis Trintignant (83 años) y Emmanuelle Riva (85 años) quienes en 127 minutos nos regalan una
verdadera obra maestra.