Un nombre perfecto para una película que gira
en torno a este sentimiento y las variaciones que puede tener cuando se
presentan los años con la consecuente enfermedad. De ritmo lento, como la vida,
AMOR va penetrando en las vivencias de una pareja de ancianos, dos personas muy
cultas e independientes, dos seres amándose. Ellos comparten su gusto por la
música –ambos profesores de piano ya retirados- y por el deseo de saborear
juntos el final de su existencia. Se enfrentan a la soledad, al encierro, a los
graves problemas de salud, a la dificultad para ayudarse y sobre todo a la
incapacidad para sobrevivir. También se atreven a los recuerdos, a la cortesía,
al respeto y a la búsqueda mutua del perdón. Son Anne y Georges, una pareja
europea que vive en París y que decide sobrellevar la enfermedad que ella
padece, una hemiplejia derecha, lejos de hospitales como él se lo prometió. A
veces aparece su hija, una mujer que soporta un
matrimonio desajustado y con problemas económicos, y las empleadas que
colaboran por días en el aseo del hogar y de la anciana enferma. Difícil el manejo
de ella que cada día cobra más esfuerzos pues su deterioro va en aumento,
permanece acostada, no quiere comer y pierde la capacidad para hablar de forma
coherente. Tampoco quiere vivir. Al final, entra en juego la decisión de Georges que cambiará
la historia de esta pareja. Mientras tanto, llega de afuera una paloma que intenta quedarse en su hogar hasta ser capturada.
“Es hermosa la vida, la larga vida”
Una película tierna y dolorosa. Una ternura que
solo captamos a través de las palabras y de los gestos. Un dolor sin gritos, ni
lágrimas, ni arrebatos que lleva al estremecimiento interior. Vivencias propias
de los protagonistas y de quienes compartimos esta historia que encierra una
verdad profunda y sincera, dejándonos sumidos en una intensa desazón. Es la
cotidianidad a gritos en el silencio de un apartamento parisino, tercer
protagonista de la historia. Imposible negarnos a la realidad que presenta y
aceptar en buena parte la decisión final. Con absoluta frialdad, su director nos
muestra la realidad de la vida, en su etapa final cuando se conjugan tres
elementos indisolubles vejez-enfermedad-muerte. El quiere decirnos cómo se enfrenta
una enfermedad de éstas, qué dificultades conlleva para sus protagonistas, cuánto
vale su tratamiento y cómo se puede reaccionar ante tanto sufrimiento. Somos testigos
de un excelente manejo de la atención a las necesidades básicas, y a la vez, de
la relación entre cuidadores y pacientes que oscila entre la amabilidad y la insensibilidad. Todas las tomas son hechas en un apartamento
y el único acercamiento al exterior se da a través de las pinturas, los
ventanales y la paloma. Ella nos cuenta lo que pasó con su protagonista: fue
atrapada, encerrada y luego liberada.
"No hay ninguna razón para seguir viviendo. Ya sé que solo puedo empeorar. ¿Por qué esto debe afligirnos así? A ti y a mí".
Esta cinta es la ganadora en este año del Premio Oscar a
la Mejor Película Extranjera; además ha recibido muchos premios como la Palma de
Oro en el Festival de Cannes y del Cine Europeo a la mejor película, director,
actor y actriz. Fue escrita y dirigida por Michael Haneke (70 años) y protagonizada por
Jean Louis Trintignant (83 años) y Emmanuelle Riva (85 años) quienes en 127 minutos nos regalan una
verdadera obra maestra.