Un estudio sobre el manejo real de la
sexualidad femenina a finales del siglo XIX es el tema de esta película. Tanya
Wesler, su directora, incursiona en este asunto a través de una historia de
amor entre el doctor Mortimer Granville, un joven estudioso de dicha sexualidad
y Charlotte, una feminista abanderada de
los derechos de las trabajadoras. Es la época victoriana de Inglaterra, cuando aparece
Granville en el consultorio del más reconocido terapeuta, el Dr. Dalrymple,
encargado de tratar una epidemia que aqueja a un sinnúmero de mujeres
adineradas. Allí acudían buscando solucionar, con masajes manuales en sus
genitales, los males que las afectaban y que se manifestaban en variados
síntomas, lo que ellos erróneamente le asignaban el nombre de “histeria”. Insatisfecho,
el joven médico es despedido de este sitio y en sus prácticas médicas que
continúa al lado de su amigo Lord Edmund St. John-Smythe, logra crear un mecanismo que reemplaza el trabajo de sus manos por un
aparato eléctrico, conocido como vibrador. Las mujeres no son histéricas, lo
promulga claramente este médico quien termina reconociendo la causa de esta
insatisfacción femenina. Aparece entonces la curación adecuada a los problemas
psicosomáticos femeninos tan comunes en una época conservadora en que las
mujeres estaban confinadas en sus hogares, atendiendo solo a las demandas
masculinas, y su sexualidad era manejada solo por ellos. De igual manera, se
empieza a hablar de la unión de las mujeres, de su derecho al voto y del acceso
a una educación semejante a la de los hombres.
El respeto por la diferencia es el mensaje de
esta película. Está claro que las mujeres y los hombres son diferentes en su
sexualidad y que se ha avanzado en este concepto. Es cierto que ha habido una evolución,
que la mujer ha dejado de ser ese ente receptor para convertirse en sujeto
activo con demandas y oportunidades, pero aún se percibe sumisión. Extraña
verlas humilladas y golpeadas, víctimas del machismo y del dominio masculino,
en ambientes donde ella también aporta y está capacitada para tomar decisiones
que no atenten contra su dignidad. Una especie de insatisfacción y de poca
educación en el manejo de su sexualidad les ayuda a asumir este papel
denigrante, ajeno a todo concepto de liberación y de autonomía. Y es que detrás
de una insatisfacción sexual debiera aparecer la palabra como medio de
acercamiento y de búsqueda de una solución entre la pareja. Porque es la palabra
ese aliciente que ayuda a provocar ese encuentro entre dos y hacer de este una
verdadera unión.
Valioso el trabajo de esta película cargada de
humor, con un vestuario y una escenografía muy adecuados a la época.