Valioso el papel de la música en la expresión del hombre, en sus relaciones interpersonales, en la construcción de una identidad y especialmente en el aprendizaje. Es una forma de vida que ayuda a crecer mental y físicamente; de ahí que debiera ser la segunda lengua en todos los colegios e instituciones educativas. Porque es un instrumento que desarma espíritus y mejora la manera de llegar al otro para explorar esa parte más sensible del ser humano como ocurre en la película LA MELODÍA. En este filme, se evidencia que desde la experiencia musical se pueden integrar personas de diferentes razas y condiciones, y a través de ella implementar cambios profundos en sus protagonistas.
Simón Daoud (Kad Merad) es un violinista profesional, con más de 40 años,
que decide iniciar la tarea de maestro, ante la falta de alternativas en su
carrera musical. Llega a un colegio parisino donde comienza a dar clases de
música a niños de sexto grado con una metodología rígida, propia de su formación
y de su quehacer diario. Será entonces, el pedagogo Farid Brahimi (Samir
Guesmi) quien lo ayude en la comprensión y manejo de estos estudiantes indisciplinados
que lentamente irá conociendo hasta llegar a tener un contacto cercano con
ellos. Establecerá una lucha personal bastante fuerte y como persona cometerá fallas por no dejar vencer su orgullo; sin embargo, superará los obstáculos y cambiará de actitud para llegar a estos niños que terminarán bien
preparados para el concierto especial con la filarmónica. Simón se convertirá entonces en el
polo a tierra de sus estudiantes, en el líder que los lleva a explorar sus
habilidades y en el apoyo de las familias que aceptan también los retos y se
involucran en el proceso de crecimiento personal. Todos unidos por la música
terminará siendo su lema y en especial ayudará a Arnold, un estudiante tímido
con un gran talento, a convertirlo en el violinista más destacado.
Esta comedia dramática fue dirigida por Rachid Hami en el año 2017 con una
duración de 102 minutos. Hami, francés de origen argelino, conoció la experiencia francesa Demos –una educación en vocación musical y
social para niños y jóvenes de escasos recursos y de poblaciones vulnerables- y la aplicó en esta película utilizando la misma población, sin conocimientos
de música, ni de actuación. Una dura tarea, pero meritoria. Y si venimos a
nuestro medio, encontramos también experiencias valiosas, como la promovida por
la Fundación Batuta en Colombia que lleva más de 25 años. “La labor de Batuta
potencia la construcción de tejido social, la generación de espacios de
reconciliación y convivencia, y la promoción de capacidades individuales útiles
para ejercer una participación activa en la sociedad”. Una vez más se resalta
el poder transformador de la música en niños, adolescentes y jóvenes.