Ante las dificultades, la fuerza
de la sangre atrae y logra unir lo que la vida desvió de su camino. Parece
imposible que dos hermanos que viven cerca y después de 40 años de alejamiento,
puedan reencontrarse y articular sus fuerzas ante la presencia de un conflicto. Gummi (Sigurður Sigurjónsson) y Kiddi (Theodor
Juliusson), que habitan en una lejana aldea de Islandia y dedicados por
completo a la crianza de ovejas y carneros, deben tomar una decisión que los
una o los separe definitivamente. Su más amado bien, a quien le han dedicado
su vida entera, son estos animales, que deben ser sacrificadas por la presencia
de una infección que amenaza con extenderse a todos los rebaños de la
localidad. ¿Se acogerán, como todos los ovejeros, a las normas dictadas por
los organismos de control sanitario de sacrificarlos? ¿Cómo aceptar esta
sentencia de muerte para su más preciado tesoro, marcado por un linaje ancestral? ¿Vencerán su enemistad para buscar la salvación de su mayor riqueza, su razón de vivir? Un dilema moral nos plantea esta sencilla
película, carente de mucha acción y personajes, aunque cargada de detalles
visuales que le dan un tono magistral.
Una historia en la que prima el amor por los animales y esa entrega desmedida al trabajo con ellos hasta llevarlos a ser los mejores en su crianza. Porque los carneros son la única compañía de estos viejos granjeros hacia la que vuelcan todo su corazón. También cuentan con un paisaje blanco, triste, colmado de ventisca y sierras imponentes al igual que su soledad. Impacta su mundo cerrado tan alejado de la sociedad moderna, la ausencia de la presencia femenina y el trabajo solitario acentuado por la depresión y el alcoholismo. En ocasiones especiales, estos hermanos disponen de una música alegre que los anima y les da fuerza en la intimidad de su hogar donde cada uno celebra su fiesta tradicional. Es de resaltar, que a pesar de su rivalidad, encuentran una forma de comunicarse y es a través de un perro, otro fiel acompañante, que lleva y trae sus mensajes escritos a mano. Los carneros y el perro acompañarán a sus amos hasta el final de la película que resulta impactante y sobrecogedor, y da un espacio para sea el espectador quien proponga su desenlace.
Una historia en la que prima el amor por los animales y esa entrega desmedida al trabajo con ellos hasta llevarlos a ser los mejores en su crianza. Porque los carneros son la única compañía de estos viejos granjeros hacia la que vuelcan todo su corazón. También cuentan con un paisaje blanco, triste, colmado de ventisca y sierras imponentes al igual que su soledad. Impacta su mundo cerrado tan alejado de la sociedad moderna, la ausencia de la presencia femenina y el trabajo solitario acentuado por la depresión y el alcoholismo. En ocasiones especiales, estos hermanos disponen de una música alegre que los anima y les da fuerza en la intimidad de su hogar donde cada uno celebra su fiesta tradicional. Es de resaltar, que a pesar de su rivalidad, encuentran una forma de comunicarse y es a través de un perro, otro fiel acompañante, que lleva y trae sus mensajes escritos a mano. Los carneros y el perro acompañarán a sus amos hasta el final de la película que resulta impactante y sobrecogedor, y da un espacio para sea el espectador quien proponga su desenlace.
En
el año 2015, esta cinta islandesa estuvo nominada a los premios Oscar en la
categoría de Mejor Película de habla no inglesa, obtuvo el premio a la Mejor
Película en el Festival de Cannes, y recibió La Espiga de Oro en el Festival de
Valladolid. Su director, el mismo guionista, es Grímur Hákonarson
quien conoce bien la forma de vivir de los agricultores solteros de su tierra,
al igual que sus paisajes. Muy acertada su intención de enfrentar las fuerzas
de estos dos hermanos a las adversidades de la naturaleza, en un sitio agobiado
por las inclemencias del tiempo y de la misma sociedad.