“Me siento como si estuviera perdiendo todas mis hojas… las ramas, el viento y la lluvia. Yo no sé ni qué está pasando.”
“A
nuestro alrededor pasas cosas raras, ¿no lo has notado? Pregunta Anthony a su
hija Anna después del primer episodio de pérdida de la memoria.
Laura: Es
la hora de la medicación. Es mejor tomarlas ahora. ¿No cree? Esta pequeña azul es
la que le gusta. Su pastillita azul. Mire, es un color bonito, ¿no? Anthony: ¿Puedo
hacerte una pregunta? Laura: Sí. Anthony: ¿Eres monja? Laura: No.
Anthony: ¿Entonces, por qué me hablas como si fuera retrasado?
“Lo vi en sus ojos. No sabía quién era. Era como si yo fuera una total desconocida para él. Me afectó mucho”. Anne
Una mirada al mal de Alzheimer en
primera persona es el regalo para el espectador de esta película que capta
directamente la visión de la enfermedad, aunque termina tan confundido como su
protagonista Anthony Hopkins. Este personaje, que vive en un apartamento
londinense, aparece inmerso en un torbellino de confusiones ya que empieza a
olvidar a sus parientes, desconoce el tiempo y el espacio, y no diferencia la
realidad de la fantasía debido
a su demencia. Por lo tanto, perturba a quien está frente a la pantalla
compartiendo sus vivencias y asumiéndolas como parte de su diario vivir. A
medida que avanza la película y cuando aparecen otros personajes como su hija Ann
(Olivia Coleman), el esposo de ella y sus cuidadoras, vamos descubriendo la
verdadera historia en esta montaña rusa que es el mundo de Anthony. Y mientras se da
este entendimiento -en esa mezcla de acciones, acompañantes difusos y pérdida de
la memoria a grandes pasos-, nos llenamos de compasión y de tristeza, a la vez
de cierta ternura y humor. Duele hasta las lágrimas ver el deterioro de un
paciente que va penetrando en "el universo desconocido de
la mente" y llegar a su triste final. Inquieta también la visión
desgarradora de la enfermedad que puede estar rondándonos o tenerla muy cerca de
nuestro ámbito familiar.
De manera especial, llama la atención el espacio
físico de la obra: un apartamento de dos colores, azul y amarillo, en un juego
de claroscuro que produce el efecto de calidez y sufrimiento, con puertas que
se abren y se cierran con frecuencia, y con muebles que impactan por su
organización. Todo esto nos acerca a la soledad del protagonista y a su mismo
aislamiento, dándole a la obra una presentación casi teatral.
Anthony Hopkins, encarna sin dificultad y de manera admirable este personaje que posee sus mismas características físicas y lo hace con tal alarde de emociones que termina con el Oscar al Mejor Actor 2020. Su director y guionista, el dramaturgo francés Florian Zeller, esperó el sí de este intérprete octogenario durante tres años para adaptar su exitosa obra de teatro a la pantalla. Así, con esta ópera prima logra seis nominaciones al premio Oscar, obteniendo también el premio al Mejor Guion Adaptado. The Father ha recibido muchos más reconocimientos y seguirá obteniéndolos por su magistral puesta en escena y el impacto que causa en el espectador ya que lo enfrenta a ser testigo de una situación, cada vez más presente en nuestra sociedad.