El río Londres es testigo de una historia que rompe las barreras del color de la raza, de la religión, de la procedencia. En ella vemos cómo el acercamiento a las personas y el conocimiento de ellas derriban todos los obstáculos que aíslan e impiden cualquier asomo de comunicación. A pesar de los hechos que narra la película, la explosión de varias bombas el 7 de julio de 2005 en el metro de Londres y el consecuente fatal accidente de los jóvenes Alí y Jane, ésta se centra en dos personajes totalmente disímiles que llegan a la ciudad en busca de sus hijos, sospechando que puedan ser víctimas de los terribles hechos que narra la televisión. El destino de ella, Elizabeth, una viuda blanca, cristiana y prejuiciada que habita en una isla del Canal de la Mancha se cruza con el de Ousmane, un negro africano residente en Francia, solitario, silencioso y de religión musulmana. Ella busca a su hija Jane y él a su hijo Alí. Muchas veces se encuentran en las calles, hospitales y morgues buscándolos y en muchos momentos ella lo rechaza hasta el punto de hacerlo detener por la policía. Finalmente se va dando un acercamiento al descubrir que los cobija un mismo dolor y una misma esperanza. Un dolor que los despoja de toda diferencia cultural para unir sus almas frente a la adversidad, y una esperanza que va dando paz en la mirada de quienes viven una tragedia compartida.
En esta bella historia sobre la comunicación y la solidaridad, el director Rachid Bouchareb une a dos intérpretes Brenda Blethyn y Sotigui Kouyaté, una valiosa actriz y un actor desconocido recientemente fallecido, para dar vida a una película dramática triunfadora en el Festival de Berlín 2009 y con Oso de Plata al mejor actor. En este desgarrador relato que es movido por la sinrazón humana conmueve el contraste físico y cultural entre los dos protagonistas. Sin embargo, ambos aman la tierra, ella la ara y la produce, y él es guardabosque y cuida los árboles. Toda una historia de reflexión que acerca y reconforta en un mundo invadido de atentados terroristas y conductas autodestructivas que nadie termina por entender. Valiosa entonces la conclusión de nuestro orientador Rodrigo: “Las tensiones en este mundo globalizado encuentran el camino a través del afecto y el amor”.