“Los emigrantes llevamos el miedo y la
incertidumbre adentro”.
“Seguir a alguien por estar enamorado
tiene más de torpeza que de honestidad o de ceguera”.
Una buena película que, en medio del terrible
drama que refleja, rescata lo positivo que tenemos: esa cultura nuestra tan
aferrada a los valores y donde la seguridad social en buena parte es brindada
por la familia. No es una crítica al sistema gringo sino, más bien una
caracterización de nuestra idiosincrasia que nos lleva a la búsqueda de
oportunidades, en medio de fuertes contrastes marcados por la tragedia y la
soledad. Vemos en ella a la pareja colombiana conformada por Marlon y Reina que
van al encuentro del sueño americano en un viaje agónico a través de centro
América y de la frontera mexicana hasta llegar a Estados Unidos, el país soñado
por los emigrantes latinos. Marlon (Aldemar Correa) actúa movido por el amor,
por ese deseo inmenso de estar al pie de su amada y poseerla. Reina (Angélica
Blandón), por el contrario, sólo quiere llegar a su meta, sin importarle lo que
tenga que hacer para lograrlo. Dos sueños diferentes, pero marcados por la
obsesión. Finalmente traspasan la frontera, hasta llegar exhaustos, solos y sin
una moneda en sus bolsillos. Una situación que entorpece la relación y da
inicio al peor de los dramas que pueda vivir un extranjero, sin dinero,
indocumentado y perdido en la gran ciudad de Nueva York. Muchas aventuras vive
Marlon en esta ciudad donde busca incansablemente a Reina, sin lograrlo. Por
fortuna encuentra la ayuda de sus coterráneos que le dan refugio, empleo y
sobre todo compañía. Va teniendo una evolución lenta, pero positiva que no
logra alterar su estilo original de persona educada, sana y de buenas
costumbres. La fuerza de la necesidad le ayuda a crecer y ese crecimiento
termina llevándolo por buen camino hasta encontrarse consigo mismo. Porque
Marlon está lleno de amor y el amor arrastra y contagia, y a su lado encuentra
la solidaridad; diferente a la situación de Reina, tan manipuladora y dominante
que parece poseerlo todo y termina perdida.
Simon Brand, su director, se basó en la novela
del mismo nombre cuyo autor es Jorge Franco Ramos y contó con la asesoría de él
para hacer una película (2008) muy fiel al contenido del libro (2002). Recibió en
el 2008 el premio a la mejor película y el premio del público en el Festival
Internacional de Cine Latino en Los Ángeles, e igualmente fue bien recibida por
el público en la mayoría de los festivales en los que participó. Vale la pena
destacar el humor con que fue manejada, y el buen retrato de nuestros valores y
costumbres.