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miércoles, 14 de agosto de 2013

EL OLOR DE LA PAPAYA VERDE



"Si existiera un verbo que expresara la idea moverse armoniosamente, debería aplicarse aquí".
Anh Hung Tran
 
Toda una poesía visual, de ritmo hipnótico casi lento, pero cargada de imágenes de gran belleza que producen en el espectador un goce que lleva a la saciedad. Su composición de estancias intimistas está llena de ensoñación y de un diálogo sutil con lo bello. También con el silencio, que es otra forma de comunicación muy marcada en los orientales que se inclinan ante la naturaleza para hacerle un homenaje de respeto y adoración. Una manifestación de entrega a los sentidos, a ese contacto del cuerpo con infinidad de detalles que resaltan la presencia del aquí y el ahora como protagonista. Imágenes como hormigas cargando piedritas, grillos, sapos, pájaros, lagartijas, mariposas, hojas, flores, velas, porcelanas, cajas decoradas, jarrones, puertas talladas, balcones, la lluvia, el corazón de la papaya verde y otras imágenes ecológicas hacen presencia en esta película a modo de haikú, buscando un asombro instantáneo. Se necesita entonces una disposición previa para disfrutarla con toda la sensibilidad y emoción, y una gran capacidad para dejarse absorber por el movimiento de la cámara, con una sensación voyerista. 
 
Describe la vida de una niña del campo, Mui, que llega a una casa de Saigon donde aprenderá a cocinar y a desempeñarse en las labores del hogar. Allí, al lado de Ti, una vieja sirvienta, conocerá cómo vive una familia conformada por los padres y dos hijos donde éstos reciben el ejemplo de un padre irresponsable y son víctimas de los sufrimientos de una madre  sumisa y abnegada. Mui convierte el trabajo doméstico en un arte que la lleva a la apreciación estética presente en todas imágenes que la rodean. No se deja amilanar por las difíciles circunstancias familiares que muchas veces intentan vulnerarla, más bien hace caso omiso de ellas y busca la paz interior en su contacto con la naturaleza. Termina representando la abnegación y la obediencia -propia de la mujer vietnamita del siglo XX- de manera no consciente ya que su motor es la contemplación de la belleza natural. Por fortuna, en esta exploración que desentraña capas profundas de la realidad y de diversas estancias mentales, Mui encuentra su felicidad. Toda una evocación al papel de La Cenicienta en nuestra cultura occidental. Se nace pobre, se crece en medio de dificultades con una vida sencilla, y se logra la felicidad como premio a ese estilo de vida.  
Su director, el vietnamita Anh Hung Tran, realizó esta película de 103 minutos en el año 1993 y fue nominada al Oscar como mejor producción extranjera. Ganó el premio de la Juventud a la mejor cinta francesa en el Festival de Cannes, en el mismo año. Es considerado todo un poeta que confía en su sensibilidad e intenta transmitir placer, buscando la armonía entre el hombre y la naturaleza.