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martes, 30 de octubre de 2012

EL JARDINERO FIEL



Una denuncia social y una historia de amor son los móviles de esta película. Su protagonista Tessa Quayle (Rachel Weisz) es una brillante activista que trabaja en el norte de Kenya, entregada a las comunidades menos favorecidas. Está casada con Justin Quale (Ralph Fiennes), un diplomático británico y amigo del cuidado de su jardín, al que ama inmensamente y evita inmiscuirlo en su trabajo pues han hecho un pacto de completa libertad en sus acciones. En su trabajo descubre que los medicamentos que las multinacionales farmacéuticas europeas proporcionan a los habitantes del tercer mundo no son adecuados e inicia un estudio, junto con un médico local, que termina dejándola fuera de toda posibilidad de avanzar; aparece muerta. Su esposo, asume esta noticia con entereza y se dedica a investigar las causas de su muerte, hecho que los miembros del Alto Comisionado Británico no esperaban ya que lo sucedido parece ser un crimen pasional.  Tessa será entonces ese personaje al que Justin se aferra para vivir, para luchar y poder investigar las razones de su asesinato que lo llevarán a darle continuidad a su trabajo. Es intensa la investigación que debe hacer, muchos los momentos en que parece dudar de su esposa, e innumerables las búsquedas que debe seguir por dos continentes para limpiar su imagen y descubrir lo que realmente sucedió. Aprende cómo funciona la industria farmacéutica y encuentra que el medicamento Dypraxa empleado contra la tuberculosis está causando la muerte de muchas personas inocentes con la complicidad de los gobiernos de Kenia y Gran Bretaña. Finalmente esclarece la verdad, así su vida esté en peligro y corra el mismo riesgo de su esposa.

"En África no hay homicidios, solo muertes lamentables."
"Matamos a gente que de todas formas iba a morir".
 "Fármacos desechables para pacientes desechables".
" …y de esas muertes se originan los beneficios de la civilización."
"Ninguna compañía farmacéutica hace algo gratis".
"Se acerca una epidemia de tuberculosis. Afectará al mundo entero. Si el mercado de la 
tuberculosis funciona como se espera, se ganarán miles de millones".

Una película británica, de 129 minutos, hecha por el brasilero Fernando Meirelles en el 2005 y basada en la novela de John Le Carré, inspirada en una amiga suya que murió en un accidente automovilístico y vivió dedicada al trabajo con refugiados a los ayudó sin descanso.  Refleja una triste realidad que lucha contra la pobreza y pone en cuestión la moral. Una vez más, la trampa de la globalización en la que las grandes empresas nunca pierden y se impone sin reservas el dios dinero, así se menosprecie la vida humana.  Aquí conocemos cómo actúan las multinacionales farmacéuticas en los países menos favorecidos donde se incrementan sus beneficios al comprometer la salud de la población con la promesa de “ayuda humanitaria”. Y no solamente las multinacionales realizan esta tarea, son los gobiernos de estas comunidades desfavorecidas con ayuda de los países desarrollados. En este caso, es en África donde se pretende poner a prueba un medicamento contra la tuberculosis, a sabiendas que tiene efectos lesivos para algunas personas, los pacientes con VIH. Sin embargo, no se puede detener el proceso de aplicación ya que esta investigación sería más costosa y demandaría años, lo que pondría en ventaja a la competencia. Además, sus prioridades son las enfermedades del mundo occidental y cuentan con un bajo presupuesto para las enfermedades endémicas. Una manera de degradar la vida humana ante el bienestar económico que producen estos medicamentos. Surge una luz cuando aparecen activistas como Tessa que se atreven a buscar el bienestar de estas comunidades y a denunciar las irregularidades con un deseo de justicia y reparación. Nos queda en cuestión la negativa de Tessa de compartir esta lucha con su esposo. El que era su ancla, su control, pudo haber sido su apoyo; aunque no nos olvidamos de su compromiso previo.

Valiosas las imágenes de la película donde se muestra al verdadero país de  Kenia, sus colores, sus comunidades y su forma de vida. En el suburbio de Kibera residen alrededor de un millón de personas que carecen de los servicios de agua, luz y alcantarillado, sin calles, ni vías adecuadas; a estas situaciones infrahumanas se le añade la presencia del VIH positivo, muy alta en la población. Fernando Meirelles dice: "Me cuesta reconocerlo, pero creo que Kibera es incluso peor que las favelas de Río donde filmamos Ciudad de Dios… Kibera nos asombró… La pobreza nos dejó helados"