"Quien canta reza dos veces".
Sin embargo, nos guía Bach, uno de los tres grandes
barrocos de la música clásica quien nos regala parte de su producción para homenajearlo
y desentrañar su riqueza guardada durante cuatro siglos. Sonidos, ruidos,
silencios, movimientos, colores, sabores, formas y texturas terminan haciendo una composición que
recrea diferentes ambientes donde la música intenta hacer contacto con el
discurso. Una música que viene de la razón, tiene ritmo, tiene escalas, tiene sentido.
El resultado, una película experimental dirigida por el barcelonés Pere
Portabella en el 2007, quien con una nueva estética auditiva y visual pretende
conseguir en el espectador una "claridad explosiva" que va más allá de la
expresión real de imágenes y sonidos. Una propuesta que cuesta entender, pero
que nos aproxima a una forma diferente de hacer cine, de acercarnos a la realidad y, en este caso, a la riqueza musical de Johann Sebastian Bach.
“La música de Bach es una de las pruebas principales de que este mundo no es un fracaso” Émile Cioran
La mirada lenta a un salón vacío donde al final puede
verse una pianola de la que brota una música que marca el ritmo de su movimiento… El
conductor de un camión, que tiene una virgen en su decoración, aparece con su
ayudante interpretando música de cámara en su armónica… Un grupo de
violonchelistas tocando un concierto de cuerdas para violonchelo solo en un
tren que viaja ruidosamente a gran velocidad… Bach marcando el pedal de manera
atlética en el grandioso órgano de una capilla… El hijo de Bach quien nos da
una bella lección con su piano, recibe clases de su padre... Un hombre mayor disfrazado
de Bach que guía a dos turistas en la ciudad de Leipzig… Un típico mercado de frutas, verduras, canastos, toldos, carne y sesos de ternera envueltos en las viejas
partituras de “La pasión según San Mateo” -interpretadas por Mendelssohn muchos
años después de Bach y con la intención de evitar su desaparición… Una coral de
niños de la Escuela de Santo Tomás donde semanalmente dan recitales con la
música de Bach… La demostración de este maestro alemán con las manos
entrecruzadas al tocar el clavicordio a uno de sus clientes… Un jinete que se pasea
elegantemente en su caballo al ritmo de la música de cámara… Una violonchelista
semidesnuda frente a su instrumento, después de darse un baño en el que exhibe
su escultural cuerpo… Un piano que se desliza lentamente y cae de manera
estruendosa en el mar…
Esta y otras imágenes son captadas por el
espectador de esta película quien visualiza un collage cargado de cuadros, al
parecer sin mucha relación entre sí. Una película con nuevos
lenguajes, nuevas formas de pensamiento y carencia de linealidad que cuesta
entender ya que no hay coherencia en su relato. Nos cuestiona la falta de
linealidad y esa desaparición forzada que se hace de un comienzo y un final de
la historia que esperábamos encontrar. Difícil comprenderla desde unos
conocimientos que manejan otra lógica, la orgánica no lineal. Esa lógica
fragmentada que no se rige por la relación causa y efecto sino que marca la
pauta de la naturaleza que es orgánica y va a diferentes espacios aprovechándose de cada
uno de ellos.