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lunes, 10 de septiembre de 2012

LOS FANTASMAS DE GOYA



Religión y arte es una conexión muy propia del siglo XVIII, de la Alta Edad Media dominada por el oscurantismo y el Santo Oficio de la Inquisición. Aparece la iglesia como el mayor entorno para el arte y los pintores famosos están ligados a la religión y a la política. Surge entonces GOYA, un pintor de la corte de Carlos IV de España, pero con una función subversiva del arte. Se revela, se pronuncia ante la realidad y hace denuncia de una etapa convulsionada de la historia en la que los valores sociales se imponen violentamente. A pesar de su sordera, fue un artista que supo plasmar el momento histórico en sus pinturas que no son más que el reflejo psicológico de su mundo dominado por reyes y religiosos, en nombre de la verdad y de la salvación. En esta España absolutista, los ideales de la revolución francesa no tienen eco y existe el temor de que la igualdad, la libertad y la fraternidad promulgados por ella sean contagiosos. El arte como botín de guerra se impone y Goya se atreve a hacerlo a su manera. Finalmente, como él mismo lo dice “Pinto lo que veo”.

La película LOS FANTASMAS DE GOYA del 2006, dirigida por Miloš Forman, es el reflejo de todo lo anterior. Es el año de 1792 cuando en el Santo Oficio de la Inquisición en España podemos ver a la bella Inés Bilbatúa (Natalie Portman), hija de un rico mercader y modelo preferida de Francisco de Goya (Stellan Skarsgard). Ella es acusada de herejía de manera injusta y recluida en prisión. El hermano Lorenzo Casamares (Javier Bardem), dominico del Santo Oficio, se interesa por ella a través de los cuadros de Goya y tiene acercamientos a la familia Bilbatúa que le solicita su ayuda para liberarla. Dicha familia busca la manera de someter al hermano Lorenzo que visita a Inés repetidas veces, sin lograr su liberación. Por el contrario, debe huir a Francia pues termina siendo perseguido por la corte española. Mientras tanto, pasan 15 años, en los que Francisco continúa al servicio de la corte, y se dan muchos cambios en el ambiente político y religioso como la toma de España por Napoleón Bonaparte quien llega a imponer a su hermano como rey, la abolición de la inquisición, la recuperación de España por las tropas británicas, hasta llegar a la restauración de la monarquía española con la liberación de los inquisidores. En este tiempo, Inés recupera su libertad con la terrorífica imagen de un fantasma que vaga desesperada en busca de una hija que tuvo en prisión, el hermano Lorenzo regresa promoviendo inicialmente los ideales de la revolución francesa y termina ajusticiado por los españoles, y Goya –sordo, viejo e incapaz de abandonar a su musa- no ha dejado de pintar con el mismo sabor crítico la miseria y el horror de la vida y la violencia en su país.

Tres personajes dominan esta película –Goya, Inés y Francisco- en la que se entrelazan para mostrar una parte de la historia marcada por la decadencia moral y social de las instituciones, como también por la ignorancia y la intolerancia del ser humano. Preocupa muchísimo que situaciones semejantes puedan vivirse hoy en día en nuestro país. La noticia sobre "El crimen de una bruja que fue quemada" en un pueblo del suroeste de Antioquia no deja de asombrarnos. Duele saber que en pleno siglo XXI se repitan hechos tan abominables: "A la supuesta hechicera, de 47 años, la encerraron en su casa el pasado 29 de agosto, la golpearon, la desvistieron y le arrancaron el pelo con un hacha. Luego le rociaron gasolina, le prendieron fuego y, como en los tiempos de la inquisición, incineraron su cabello y su ropa". EL TIEMPO, 9 de septiembre de 2012.