Duele en el alma perder a un hijo y más doloroso aun, cuando
se ha callado por años ese dolor acompañado de culpabilidad. Por fortuna, aparece un pingüino que es salvado
de morir en el mar y se renuevan las esperanzas de vida del pescador, triste y solitario,
que lo rescata de un derrame petrolero. Se entrega a su compañía y abre un
espacio en su hogar donde cada seis meses llega DinDim. Allí, en una costa de
Brasil, João Pereira de Souza y su esposa María esperan esta visita proveniente de La
Patagonia argentina, que sin falta se repetirá por ocho años consecutivos. Cada
llegada será una verdadera fiesta que no solo alegrará a la pareja costera,
sino también a los vecinos y habitantes de la región.
El 5 de septiembre del presente año fue estrenada esta película de 97 minutos, Mi amigo el pingüino. Su director David Schurmann asegura que “uno de los mayores desafíos de la producción fue trabajar con diez pingüinos reales, ya que era crucial para transmitir autenticidad y una conexión genuina con el público”. Una bella historia que, aunque sencilla, es real y tiene un tema que cautiva a los amantes de la naturaleza y especialmente a los protectores de la vida animal. Aquí se percibe ese apego a una criatura inesperada que ayuda a procesar los duelos y a crear en las personas nuevas esperanzas frente a las pérdidas; además del impacto que el ser humano puede ejercer en la vida de los animales. Fue filmada en ambientes ribereños donde la fotografía de los atardeceres y amaneceres frente al mar convierten esta historia en un espectáculo de la naturaleza. Una película que impacta por su contenido, tan emotivo, en estos tiempos de pérdidas y desolación.