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viernes, 24 de agosto de 2012

LOS CORISTAS


—Yo no sé ninguna canción. 
—No te preocupes, yo te enseñaré.

Atendiendo ahora a nuestro interés por la temática musical, damos espacio a LOS CORISTAS, una película educativa que muestra cómo la música puede transformar un ambiente negativo y dar lugar a un espacio vital y creativo. Es lo que sucede en el internado francés de Fond L´etang que alberga a un grupo de niños llevados allí con la intención de ser reeducados. Es el año de 1949, después de la II Guerra Mundial cuando su director, el señor Rachin, se empeña en darles un manejo totalmente represivo ya que considera el castigo físico y la violencia emocional como la forma ideal de educar a estos niños, víctimas del abandono y de la descomposición familiar. El castigo se impone tras cada falta con el lema “Acción y reacción” y la humillación y el encierro son la respuesta a cada actitud infantil cargada de odio y de desconfianza hacia el mundo de los adultos. Por fortuna llega allí el profesor de música, Clément Mathieu, un hombre bueno que inicialmente es rechazado por los estudiantes, pero con sus respuestas y su actitud generosa hacia ellos, logra acercarse lentamente y producir el milagro de crear música y llenar sus vidas de alegría y optimismo. Sabe que “nunca nada está realmente perdido” y que la fuerza del amor puede encauzarse hacia lo artístico. Se convierte entonces en su aliado, capaz de protegerlos, y sin perder la autoridad porque está invadido de complicidad y respeto. Este logro cambiará para siempre la conducta de sus estudiantes, así su paso por la escuela parezca ser efímero y termine siendo alejado de ella.

“Sus miradas eran la muestra de su deseo de escapar, de construir cabañas a cielo abierto”.

En el 2004, su director Christhophe Barratier muestra en este drama de 97 minutos el poder del bien y del mal y como cada uno de ellos puede multiplicarse con fuertes resultados. Por fortuna, hay un peso grande en lo positivo. Resulta sencillo captar esta lección y entender cómo podemos ser factores de cambio, a pesar de las adversidades. Importante poder romper con un ciclo de constantes refuerzos negativos y aprender cómo se llega a educar con confianza, respeto y optimismo, dando una visión positiva de la vida. La música es, en este caso, ese agente de cambio en el grupo de alumnos inmersos en la pobreza y en múltiples dificultades, para llegar a ser parte de un coro que los cautiva, modifica su conducta y encauza sus intereses.  Difícil lograrlo hoy en día, pero puede hacerse con profesores como Mathieu, capaces de penetrar en este mundo globalizado con propuestas pedagógicas que permitan encontrar ese camino que posibilite el ingreso al mundo de hoy.  Vale la pena destacar también la eficacia del afecto y del reconocimiento social en el aprendizaje, tan necesarios para la construcción de la identidad.

"Jamás digas jamás. Yo, que juré olvidarme de la música para siempre....
Siempre hay cosas que intentar, nunca nada está realmente perdido". 

Una película bien dirigida, marcada por una tonalidad especial propia de un ambiente frío, triste e invernal y con una banda sonora magistral. El coro que aparece en ella fue grabado antes de la película por los pequeños cantores de San Marcos y es fielmente doblado por el grupo de jóvenes actores. El resultado, una película que sensibiliza y permite disfrutar de la música y de la presencia de muchos valores humanos.