Un testimonio más, un motivo más,
una película más para que no se olvide la tragedia más grande de la historia:
EL HOLOCAUSTO NAZI. En este caso, una realidad descarnada que nos dejó sin
palabras. Terminamos de verla con el corazón hecho pedazos y asombradas de una
cruda radiografía que supera todas las producciones hechas sobre este tema.
Difícil captar tanta violencia contenida en una película y más difícil aún encontrar
los motivos para llevarla al pódium de los Oscar de este año como mejor
película extranjera. Una obra oscura, con una imagen cuadrada y planos muy
cerrados, teñida de dolor y escasa de elementos estéticos para ubicarla como la
ganadora.
¿A qué obedece la obsesión de
Saúl de evitar que un niño muerto no sea llevado al horno crematorio? ¿Qué motivo lo lleva a salvarlo
de las llamas a la que están condenados todos los cadáveres, víctimas de la II Guerra Mundial? Son preguntas constantes que se hace el espectador en medio de tan desoladoras imágenes.
Porque este prisionero judío de origen húngaro, que actúa como autómata,
colabora en el exterminio por orden del ejército nazi en el campo de
concentración de Auschwitz. Allí, algunos prisioneros son retenidos por algún
tiempo, para ejecutar la tarea de llevar a los refugiados a las cámaras de gas,
quemarlos y posteriormente limpiar los crematorios. Uno de ellos es Saúl
Auslander (Géza Rohrig) quien se obsesiona por evitar que un chico de unos 12
años tenga el mismo fin de todos los condenados. Lucha entonces por salvarlo del
destino de los hornos y lo lleva hasta un médico, también prisionero, para
esconderlo mientras encuentra un rabino que le dé cristiana sepultura. Al parecer,
Saúl cree que es su hijo.
Su director, Láslzó Nemes, asegura que su obra lo ayudó a conectarse con su herencia judía. Así, ubica a su protagonista privado de la libertad, pero deseoso de darle vida a sus instintos de salvar la humanidad, con una buena intención y sin esperanza de vida. Una hazaña útil que transforma sus sentimientos en acciones y que tal vez justifica tanta carga emocional para quien es capaz de acercarse a esta cinta.
Su director, Láslzó Nemes, asegura que su obra lo ayudó a conectarse con su herencia judía. Así, ubica a su protagonista privado de la libertad, pero deseoso de darle vida a sus instintos de salvar la humanidad, con una buena intención y sin esperanza de vida. Una hazaña útil que transforma sus sentimientos en acciones y que tal vez justifica tanta carga emocional para quien es capaz de acercarse a esta cinta.