Y volvimos al cine club año 2021. No podíamos continuar en este silencio,
dándole protagonismo a la pandemia y cerrando puertas al compartir, al disfrute
de nuestras charlas y de nuestros encuentros. Esta vez más animadas y menos
temerosas, nos atrevimos a realizar el foro de cuerpo presente y en un espacio
amplio y seguro.
La película invitada fue RETABLO, una producción peruana de 95 minutos, muy
aclamada por la crítica en los tres últimos años. Ha obtenido muchos premios
como Mejor Película, Mejor Ópera Prima y Mejor Película Latinoamericana en
variados festivales internacionales. También fue escogida para representar a
Perú como candidata a los premios Oscar y Goya 2020. Su director, Álvaro
Delgado Aparicio, nacido en Inglaterra e hijo de padres peruanos, quiso ir a la
tierra de sus mayores para grabar su primer largometraje de ficción, del que
también es autor.
RETABLO está filmada en Quechua, el idioma de los pobladores de Ayacucho,
una región apartada del Perú, donde se conservan las costumbres ancestrales y
la comunidad sobrevive en el campo, lejos de toda modernidad. Allí se puede
apreciar la fabricación de retablos o figuras esculpidas y pintadas en madera y
arcilla que exhiben vivencias locales, llenas de colorido. En este caso, es Noé
(Amiel Cayo) la persona dedicada a este arte y quiere –junto con su esposa
Anatolia (Magaly Solier)- que su hijo de 14 años, Segundo (Junior Béjar), lo
aprenda. Así, seguiría el oficio de su
padre y se alejaría de la ocupación habitual de los muchachos de su edad,
dedicados al juego, al trago, a la pelea y a la búsqueda de muchachas para poseerlas. La familia sostiene una buena relación, en medio de la austeridad y el
aislamiento en que vive. Comparte la comida, la breve charla diaria, las noches
frías y oscuras, y el paisaje polvoriento, rodeado de montañas verdes y cielo
azul. Con cierta frecuencia y con dificultades para transportarse, ellos van al
pueblo a vender el fruto de su trabajo y comprar los materiales para su
producción. Noé siente orgullo por lo que hace y por la cercanía de su hijo a
quien le enseña con amor y paciencia. Hasta que esta normalidad se altera. Noé
quiere ir solo al pueblo, bebe con frecuencia y parece angustiado e inseguro;
por su parte Segundo empieza a alejarse de sus padres, se torna agresivo, no
quiere hablarles y prefiere los hábitos de los chicos del lugar. Aparece un
secreto que será el desencadenante de la ruptura familiar y empezará a demarcar
la esencia de este filme.
Nos gustó mucho esta producción por las imágenes y los silencios que
terminan siendo más poderosos que las palabras, por los espacios colmados a
veces de folclor y otras veces de gran amenaza producto del machismo
circundante, por la interpretación de los protagonistas, y la temática que
quiere resaltar el autor. Delgado Aparicio la cataloga como “una historia de
amor filial” en la que intenta promover relaciones sociales pacíficas,
respetuosas y solidarias. Hace una crítica a las prácticas culturales que
rodean a Segundo, tan comunes en nuestra cultura latinoamericana y que reflejan el machismo y la intolerancia hacia otras formas del comportamiento humano. Valió la pena
nuestro regreso.