Qué mejor director de cine para evocar que Pedro Almodóvar y qué mejor película para dedicar nuestras miradas femeninas que Los abrazos rotos. No es fácil penetrar en esta cinta por la cantidad de sensaciones y perspectivas que maneja y por la variedad de historias que narra. Sin embargo, en la frase del mismo Almodóvar “Las películas hay que terminarlas aunque sea a ciegas” encontramos motivos para entender su trama y para adentrarnos en su temática de tensiones psicológicas fuertes.
En ella, vemos dos historias en torno a un mismo hombre: Mateo Blanco, el nombre de pila de quien filma sus películas y vive momentos de extrema lucidez y gusto por la vida, sobre todo cuando conoce a Lena representada por Penélope Cruz y la hace protagonista de un video paralelo a este film; y Harry Caine, el nombre que debe asumir para firmar sus trabajos y enfrentar su ceguera y soledad, una vez es víctima de la persecución y el odio de Ernesto Martel, el compañero sentimental de su enamorada. Ahora, que ella no existe y después de catorce años de silencio sobre su pasado, tiene cerca a Judit García, su fiel directora de producción, y a su hijo Diego a quien decide contarle su trágica historia y quien es el vehículo para armar la película.
Este relato lo recrea en dos tiempos, el emocionante y el trágico, a la vez que nos presenta el video Chicas y Maletas a modo de comedia, dándole un tono chispeante para contrarrestar los problemas vividos por los protagonistas de la producción de fondo. En otras palabras, encontramos una obra que adelanta y retrocede en el tiempo, dando saltos continuos del presente al pasado y revolviendo completamente el guión hasta que finalmente podemos reconstruir una historia emocionante. Llama mucho la atención en este film cargado de dualidad la presencia constante de una escenografía con dominio del rojo que simboliza la pasión, y de blanco y negro a modo de claroscuro para atenuar esta exaltación melodramática que domina la obra. Por otra parte, la música que acompaña a las escenas de una genial fotografía es impactante y habla de un director que se empeña en mostrarnos su gran pasión que como él mismo lo expresó “Los abrazos rotos es mi historia de amor por el cine, es una declaración mía al cine”. LVV
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