Es nuestro deseo ver y analizar todas las películas ganadoras de los premios Oscar en este año. Empezamos con la producción francesa El artista que tuvo 10 nominaciones y fue ganadora de cinco de ellos: mejor película, mejor director, actor principal, banda sonora y vestuario. Muchos otros premios ha recibido y la convierten ahora en un éxito inimaginable tras muchos años de estudio y análisis de esta propuesta. Una historia sencilla considerada para muchos toda una postal de amor al cine mudo. Una comedia que en 100 minutos recrea el final de los años 20 donde nos muestra en blanco y negro un romance marcado por los cambios tecnológicos que hicieron revolución en la historia del cine. Vemos en ella a George Valentin (Jean Dujardin) desempeñando en el Hollywood de 1927 el papel de una gran estrella del cine mudo, pero la vida deja de sonreírle cuando aparece el cine sonoro pues queda opacado por éste. En forma paralela y en contraste con lo anterior, aparece la argentino-francesa Peppy Miller (Bérénice Bejo) una joven actriz y bailarina que poco a poco va alcanzando la fama hasta quedar convertida en una gloria del cine sonoro. Ambos se conocen y juntos comparten el ocaso de George y el despertar de Peppy hasta alcanzar, tras muchas dificultades, una vida en común alentada por el amor.
-Tú y yo somos de otra época, George. Ahora el mundo habla. La gente quiere nuevas caras,
caras que hablen. Ojalá no fuese así pero el público quiere carne fresca
y el público siempre tiene la razón.
caras que hablen. Ojalá no fuese así pero el público quiere carne fresca
y el público siempre tiene la razón.
-Soy la única persona a la que quieren ver. ¡No necesitaban que hablase!
Haz tus películas con sonido. Yo haré una gran película.
¡Y no te necesito para eso!
Haz tus películas con sonido. Yo haré una gran película.
¡Y no te necesito para eso!
Su director, el francés Michel Hazanavicius, logra mostrarnos con pulcritud artística que no son necesarios los efectos visuales y multisensoriales, ni la tecnología cargada de violencia y bullicio, ni la tercera dimensión -tan propios de las producciones modernas- para lograr una película entretenida y seductora. La presenta con una música suave (de Ludovic Bource) y con sonidos moderados que resaltan la vida en escena, sin color y sin voces, pero llena de amor y de gozo. Toda una transición entre el cine mudo y sonoro. Además una muestra de sentimientos que destaca con nostalgia una época en la que muchos actores entraron en la lista del olvido para dar paso a nuevas estrellas. Difícil para muchos entender ese cambio generacional, ese reconocimiento de que otras figuras van surgiendo y opacando su brillo. Un momento especial para dejarnos llevar por la imaginación con personajes agradables como un chofer fiel y un perro inseparable que acompañan al actor principal. Un homenaje al arte de actuar sin palabras y de regalar muchas emociones.
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