Qué buena celebración de nuestro tercer
aniversario con Blue Jasmine de Woody Allen. Nuevamente lo encontramos
dirigiendo una película que caricaturiza a las mujeres y en la que hace una crítica
a la sociedad americana. Vemos en ella a esa clase emergente y trabajadora de
Nueva York donde el perdedor o fracasado manifiesta dolores extremos y vive una
crisis que lo lleva a un choque con la realidad. Es el personaje de Jasmine
(Cate Blanchett), una mujer atractiva y elegante, manipuladora y egocéntrica,
incapaz de salir adelante sin la compañía de un hombre adinerado que todo lo
da, hasta el punto de mostrar a su lado habilidades sociales y tener éxito en
la alta sociedad. Y cuando él falla, cuando se descubre su rostro de estafador,
todo se desmorona. Actúa como una demente, toma vodka y antidepresivos, habla
sola sin interlocutores y sin comunicación alguna con la sociedad. Acude entonces
a su única tabla de salvación, su hermana Ginger (Sally Hawkins). Llega a su
hogar en San Francisco y encuentra a una mujer trabajadora, pero burda y sin
mayores aspiraciones que cambiar constantemente de compañero y llevar una vida
libre. Se da un choque profundo entre estas dos hermanas que poco han
compartido en la vida, salvo su adopción a edades tempranas y la presencia de
una madre protectora de Jasmine. Difícil para ella salir de esta encrucijada y
poder diferenciar la realidad de la fantasía, el bien del mal.
Una producción del 2013 y candidata a los
premios Oscar de este año, con tres nominaciones por guión, actriz principal y
actriz secundaria. Un retrato completo de las mujeres vulnerables, histéricas e
insatisfechas que se conocen poco a sí mismas. Una burla al falso romanticismo,
a ese tipo de relación que raya en el
consumismo, donde se cohonesta con el otro, con el engaño para no dejarse
atrapar. Una comedia romántica con un tono triste y en una combinación de
tiempos narrativos -pasado y presente-, en la que Woody Allen intenta
nuevamente describir a las mujeres. ¿Lo logra? Parece que seguimos siendo
impredecibles y difíciles de definir.
“Woody está
fascinado por las mujeres. Las adora. Está enamorado de sus excentricidades, de
sus emociones, de su forma de pensar, de su psicología, en ocasiones extremas,
de cuán pintorescas podemos llegar a ser”.
Cate Blanchett
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