“Sigo pintando y haciendo películas sobre la condición humana porque
creo en la dimensión espiritual del cine. Pienso que el cine es otra vida, y lo
que no puedes hacer en la vida real lo puedes hacer rodando. Eso es en lo que creo”.
Naomi Kawase
Un
diálogo entre el otoño y la melancolía, entre la juventud y la vejez, entre la
vida y la muerte. ¿Cómo no aceptar la carga de una enfermedad si se tienen las
alas dispuestas a volar? ¿Cómo no salir adelante, a pesar de las dificultades,
si se poseen los conocimientos y las herramientas para emprender una nueva
ruta? ¿Cómo no crecer cuando alrededor está la naturaleza regalando continuamente
múltiples enseñanzas? Una bella producción que hace énfasis en el valor de la
sencillez. Una película que toma como modelo las cosas simples y las convierte
en hechos maravillosos llenos de humanidad y de emoción. La naturaleza aparece
rodeándolo todo y son los cerezos en flor los que entablan diálogos con la
protagonista, al igual que la luna y los pájaros. Sin olvidar, su entrañable
relación con los fríjoles rojos o judías que son los que le regalan su mayor
arte, la paciencia.
Un
regalo de enseñanzas nos deja este drama japonés del año 2015, dirigido por
Naomi Kawase y basado en el libro del mismo nombre, de Durian Sukegawa. En él, Sentaro
(Masatoshi
Nagase), empleado de una pastelería, prepara los
dorayakis o pasteles rellenos de frijol rojo. Necesita un ayudante y allí acude
Tokue (Kirin Kiki), una anciana deseosa de trabajar y mejorar la preparación de
estos dulces, sin ser aceptada. Pero, cuál no sería la sorpresa de Sentaro al
probar lo que las manos de esta mujer pueden fabricar. Cambia entonces de opinión
y la transformación de su negocio es total ya que mejora la producción, las
ventas son exitosas y al lado de Tokue, el aprendizaje de esta receta se
convierte en un ritual que lo cautiva por completo. Con ellos, aparece siempre Wakana,
una estudiante que recibe los pasteles defectuosos para solventar sus problemas
económicos. Los tres son personas solitarias, alejados de la sociedad y
con dificultades diferentes, pero con el paso del tiempo crearán lazos tan
estrechos que ayudarán a que cada uno encuentre la oportunidad que le dará sentido
a su vida. Serán confidentes de sus heridas y podrán sanarlas mediante la
aceptación mutua y la apertura de sus corazones.
“He hablado con las judías (semillas con las que se
prepara el dulce de los pastelillos), he escuchado su voz, he visto el camino
que recorrieron antes de llegar a la tienda: el sol que las abrazó, el agua que
las regó. He visto cómo crecieron y cómo ahora están acá. La cocina es el arte
de escuchar”. Tokue
No hay comentarios:
Publicar un comentario