Daniel Mantovani recibe el Premio Nobel de Literatura con cierta
decepción porque lo considera el comienzo del ocaso. Tal vez por ello y
aburrido de la fama rompe con su esquema de literato famoso en Europa y acepta
la invitación que le hacen desde Salas, Argentina, a 700 km de Buenos Aires.
Este lugar, que fue el escenario de toda su obra, es su pueblo natal que dejó
hace 40 años y ahora se prepara para recibirlo como ciudadano ilustre. Muchas
condiciones pone el escritor para esta visita, pero al llegar allí -después de
incontables tropiezos que le proporciona el viaje que hace en el completo anonimato- empieza
a cambiar su forma de ver el mundo y poco a poco se va acomodando al modo de
vida de su pequeño pueblo. Se reencuentra con sus antiguos amigos y compañeros,
su primera novia, las costumbres de sus habitantes, la manera de vivir en esa sociedad y los paisajes de su juventud. Y así, para sorpresa suya, lo que en un
comienzo fue entusiasmo y alegría, terminará siendo decepción y fracaso. Descubrirá
entonces por qué los personajes de sus novelas nunca pudieron salir de allí y
él nunca pudo volver a entrar.
“Mis personajes nunca pudieron salir y yo nunca pude volver”
Con este planteamiento y en 118 minutos se desarrolla la película argentina El ciudadano ilustre, una comedia dramática del año 2016. Fue nominada al Oscar como Mejor Película Extranjera y al premio Festival de Venecia en el mismo año. Su actor principal Oscar Martínez recibió este último en la categoría de mejor actor. Al mismo tiempo, obtuvo el Premio Goya como mejor película hispanoamericana.
Este filme de Gastón Duprat y Mariano
Cohn es una sátira a la vida de pueblo hecha por un intelectual cosmopolita y
egocéntrico, y está dividida en cinco capítulos: La invitación, Salas, Irene,
El volcán y La cacería. Una sátira cargada de fascinación y desprecio ya que el
regreso triunfal de Mantovani a Salas, lleno de calidez y aceptación, pronto se
convertirá en un viaje al alma de sus creaciones. En otras palabras, es una dura crítica al mismo
pueblo que de inmediato empezará a rechazarlo. Porque de Salas se nutre toda la
obra literaria de Daniel Mantovani que lo devuelve a sus orígenes para
que enfrente las luces que lo animan y las sombras que lo amenazan hasta
hacerlo salir de allí. Semejante al legendario Macondo de García Márquez,
creado por él y pleno de magia, dolor y poesía; un espacio que nos retrata como
colombianos, y de cuyas páginas no hemos podido salir. Sin embargo, es el
legado de nuestro Nobel que nos ha hecho trascender las fronteras. Pudiéramos
entonces decir ¡Qué mejor regalo para un país!
“¿Por qué no escribes sobre cosas lindas? Su pregunta pone de entredicho toda una vida dedicada a la literatura”
“Hacer de lo simple un acto de generosidad artística”
“Con la muerte todo se aplica y se ordena en el cristal de la eternidad”
“Irse no es dejar de estar”
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