Una denuncia social y una historia de amor son los móviles de
esta película. Su protagonista Tessa
Quayle (Rachel Weisz) es una brillante activista que trabaja en el norte de
Kenya, entregada a las comunidades menos favorecidas. Está casada
con Justin Quale (Ralph Fiennes), un diplomático británico y amigo del cuidado
de su jardín, al que ama inmensamente y evita inmiscuirlo en su trabajo pues
han hecho un pacto de completa libertad en sus acciones. En su trabajo descubre
que los medicamentos que las multinacionales farmacéuticas europeas proporcionan
a los habitantes del tercer mundo no son adecuados e inicia un estudio, junto
con un médico local, que termina dejándola fuera de toda posibilidad de avanzar;
aparece muerta. Su esposo, asume esta noticia con entereza y se dedica a
investigar las causas de su muerte, hecho que los miembros del Alto Comisionado
Británico no esperaban ya que lo sucedido parece ser un crimen pasional. Tessa será entonces ese personaje al que Justin
se aferra para vivir, para luchar y poder investigar las razones de su
asesinato que lo llevarán a darle continuidad a su trabajo. Es intensa la
investigación que debe hacer, muchos los momentos en que parece dudar de su
esposa, e innumerables las búsquedas que debe seguir por dos continentes para
limpiar su imagen y descubrir lo que realmente sucedió. Aprende cómo funciona
la industria farmacéutica y encuentra que el medicamento Dypraxa empleado
contra la tuberculosis está causando la muerte de muchas personas inocentes con la complicidad de los gobiernos de Kenia y Gran Bretaña. Finalmente esclarece la verdad, así
su vida esté en peligro y corra el mismo riesgo de su esposa.
"En África no hay homicidios, solo muertes lamentables."
"Matamos a gente que de todas formas iba a morir".
"En África no hay homicidios, solo muertes lamentables."
"Matamos a gente que de todas formas iba a morir".
"Fármacos desechables para pacientes desechables".
" …y de esas muertes se originan los beneficios de
la civilización."
"Ninguna compañía farmacéutica hace algo gratis".
"Se acerca una epidemia de tuberculosis. Afectará al mundo entero. Si el mercado de la
tuberculosis funciona como se espera, se ganarán miles de millones".
"Ninguna compañía farmacéutica hace algo gratis".
"Se acerca una epidemia de tuberculosis. Afectará al mundo entero. Si el mercado de la
tuberculosis funciona como se espera, se ganarán miles de millones".
Una
película británica, de 129 minutos, hecha por el brasilero Fernando Meirelles
en el 2005 y basada en la novela de John Le Carré, inspirada en una amiga suya que murió en un accidente automovilístico y vivió
dedicada al trabajo con refugiados a los ayudó sin descanso. Refleja una triste realidad que lucha contra la
pobreza y pone en cuestión la moral. Una vez más, la trampa de la globalización
en la que las grandes empresas nunca pierden y se impone sin reservas el dios
dinero, así se menosprecie la vida humana. Aquí conocemos cómo actúan las multinacionales
farmacéuticas en los países menos favorecidos donde se incrementan sus
beneficios al comprometer la salud de la población con la promesa de “ayuda
humanitaria”. Y no solamente las multinacionales realizan esta tarea, son los gobiernos
de estas comunidades desfavorecidas con ayuda de los países desarrollados. En este
caso, es en África donde se pretende poner a prueba un medicamento
contra la tuberculosis, a sabiendas que tiene efectos lesivos para algunas
personas, los pacientes con VIH. Sin embargo, no se puede detener el proceso de
aplicación ya que esta investigación sería más costosa y demandaría años, lo que
pondría en ventaja a la competencia. Además, sus prioridades son las
enfermedades del mundo occidental y cuentan con un bajo presupuesto para las
enfermedades endémicas. Una manera de degradar la vida humana ante el bienestar
económico que producen estos medicamentos. Surge una luz cuando aparecen
activistas como Tessa que se atreven a buscar el bienestar de estas comunidades
y a denunciar las irregularidades con un deseo de justicia y reparación. Nos queda
en cuestión la negativa de Tessa de compartir esta lucha con su esposo. El que
era su ancla, su control, pudo haber sido su apoyo; aunque no nos olvidamos de
su compromiso previo.
Valiosas
las imágenes de la película donde se muestra al verdadero país de Kenia, sus colores, sus comunidades y su
forma de vida. En el suburbio de Kibera residen alrededor de un millón de
personas que carecen de los servicios de agua, luz y alcantarillado, sin
calles, ni vías adecuadas; a estas situaciones infrahumanas se le añade la
presencia del VIH positivo, muy alta en la población. Fernando Meirelles dice: "Me
cuesta reconocerlo, pero creo que Kibera es incluso peor que las favelas de Río
donde filmamos Ciudad de Dios… Kibera nos asombró… La pobreza nos dejó
helados".